21.12.11

Fuego

¿Cuándo fue que el fuego dejó de asombrarnos? Incontables sueños e incontables pesadillas nacieron de él desde aquel día que pudimos observarlo de cerca. Una cerca de piedras protegiéndonos que dió lugar a su vez al primer conocimiento cósmico, la voz del universo rugía en las entrañas del árbol hecho leña. El espacio se retuerce sobre sí mismo produciendo chasquidos, la materia deja de ser y se traduce en energía delante de nuestros ojos. Lo que antes no estaba, ahora es luz y calor. El Sol tan distante se nos acercó a hablar, privilegio que hasta entonces tenían sólo los dioses. No es coincidencia que rituales de tribus alrededor del mundo sean en torno del gigante dormido.
¿Cuándo fue que dejamos de entender el dolor producido por el fuego? La piel quemada nos recuerda incesantemente que no todo lo vemos. Que hay algo que nunca vamos a saber.

16.9.11

Salgan al sol, idiotas

Tras las rejas nacemos.
Tras las rejas ocultamos el miedo y es él quien habla por nosotros.
Tras las rejas somos los prisioneros mientras la maldad nos vigila.
Tras las rejas dejamos de cortar la tensión del aire para convertirnos en la tensión del aire.
Tras las rejas nos creímos el cuento de la paranoia y se lo contamos a nuestros hijos.
Tras las rejas quedan nuestras pertenencias, la familia, los amigos y los amores.
Tras las rejas olvidamos la palabra “si”.
Tras las rejas sostenemos el negocio de construir rejas.
Tras las rejas masticamos lo masticado.
Tras las rejas reconstruimos el exterior y siempre fracasamos.
Tras las rejas alguien gana, nosotros no.
Tras las rejas somos soldados de una guerra ajena.
Tras las rejas dejamos sin cuidado a los abuelos.
Tras las rejas perdemos la inocencia.
Tras las rejas la historia la borran con el codo.
Tras las rejas tomamos decisiones insignificantes.
Tras las rejas crecen los árboles incondicionales.
Tras las rejas explotan los bolsillos de los dioses.
Tras las rejas la sangre corre libre por los ríos.
Tras las rejas soñamos sueños repetidos.
Tras las rejas o no, se muere.

(Texto publicado en PluzUltra Mag Nº8, Diciembre 2010)

7.6.11

La certeza

Pocas son las certezas que tenemos los humanos, pocas en verdad. Quizás exagere en decir pocas, son aún menos. Sabemos que el día tiene 24 horas pero eso es inexacto. Sabemos el orden de las estaciones pero no podemos asegurar que en verano tocarán días de calor únicamente. Sabemos del Sol, y también sabemos que en algún momento no estaba y que en algún momento dejará de ser. Sabemos que el agua hierve, hay números que lo comprueban, pero no podemos afirmar que siempre habrá fuego o agua. Sabemos de amores y guerras, y nos desconciertan hace siglos. Alguien juró amor eterno y explotó en pedazos en el intento. Un buen día nos dimos cuenta que nos morimos y desde entonces nadie ha refutado semejante observación. He aquí la única certeza que tenemos como seres vivos, una vez nacidos hemos de morir. Deberíamos estar en paz con esa única premisa portadora de la verdad universal, sin embargo el miedo a morir es el miedo que compartimos todos los mortales, convirtiéndonos en exquisitas paradojas ambulantes. De esta certeza no se habla, se teme internamente y por las noches nos quita el sueño. Quizás te retuerzas incómodamente en tu cama, quizás sueltes un alarido, quizás hagas un esfuerzo por cambiar de tema. Sucede en la soledad y no a cielo abierto, de alguna manera hemos aprendido a guardarlo en las tinieblas de nuestro ser. Por lo menos así funciona en el Occidente. En aquel momento mitológico donde nos dimos cuenta del inevitable desenlace, de la certeza, no sentimos miedo. Eso vino después, ya que adaptativamente tenerle miedo a algo imposible de detener sería un gasto energético injustificado, después de todo la vida se basa en la economía de recursos. El miedo es posterior, evidenciando un punto intermedio. Allí se ubica otra clave en el mito del hombre, y fue cuando un buen día tuvimos el coraje de creernos eternos.

24.5.11

Dominar

Sargento parado bajo la lluvia, a sus pies un soldado hace flexiones. Baja hasta meter la cara en el charco, sus dientes se llenan de barro y siente el particular sabor. Vuelve a subir y toma aire, tensa sus músculos a más no poder. Saca energías de donde no las tiene, hace lo posible para escuchar el conteo de su superior. Vuelve a bajar y se relaja, pero no puede respirar bajo el agua. Sube y escucha al sargento maldecir su cuerpo, debe hacer un esfuerzo adicional para no permitir que su mente se derrumbe, ese es el otro ejercicio que está haciendo. Corte.
Imagen en movimiento, un recurso audiovisual impecable que contiene un mensaje estremecedor. Lo hemos visto en la televisión que tenemos en el living, en la sala de cine a la que fuimos con amigos. Remite a ese saber informal que habla de las metodologías empleadas por aquellos que defienden militarmente a un Estado. El maltrato como forma de disciplinar al individuo, convertirlo en el alumno perfecto puesto que no es aceptable el alumno malo.
Si disolvemos un poco más la escena nos encontramos con algo que no nos es tan distante, lo vivimos cada uno de nosotros ciudadanos y no-ciudadanos del mundo. La dominación a veces es evidente como en el caso del pobre soldado, y muchas otras veces nos sucede sin darnos cuenta. La dominación del poder requiere dos actores necesarios: el que la ejerce y el que la deja ejercer. Ser dominado, explícita o implícitamente, es hacerse cargo del rol y autorizar al dominador. Interesante sería la escena donde el soldado se corra del inevitable maltrato, en definitiva son dos personas cumpliendo dos papeles complementarios. Pero eso no pasa, el soldado se define a partir del cumplimiento de las órdenes de su sargento, y el sargento se define a partir de un soldado que obedece sus órdenes.
El paso previo y necesario para romper los enfermos lazos de poder, es reconocer la cara de aquel que nos domina. Dichoso el soldado, que a su pesar sigue haciendo flexiones, porque puede verle la cara a su dominador.

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