1.9.14

Fórmulas

A veces es difícil entender cómo otros llevan adelante sus días. Pero si entendemos que cada cual elije la manera de distraer sus mentes por un segundo de eso que nos habla todo el tiempo al oído, quizás podamos empezar a empatizar más con lo ajeno. Eso que habla por supuesto que es el suspiro de la muerte. Y ante eso, cada uno encuentra formas de tapar, decide escuchar un sonido más fuerte. Esa fórmula para algunos dura para toda la vida, otros en cambio van saltantando, necesitan encontrar motivos. Por eso existen aquellos que se dedican de lleno al trabajo, por eso existen algunos que necesitan un Dios que los acompañe, por eso existen esos que tienen problemas para encontrar sonidos fuertes y recurren a la anestesia. Hay quienes inclusive caminan más despacio, sabiendo que el apuro acorta la caída al abismo. Y esa decisión, que muchas veces se hereda y aprende, siempre es propia. Inclusive cuando no tenemos alternativas para elegir nuestro manera de vivir, hay una decisión de por medio. Todos tenemos esa ceremonia simbólica donde el bastón se pasa de mano a mano. Si entendemos esto, vamos inclusive a empatizar con aquellos que están ciegos, que no logran ver la herencia que les tocó. Cuando comprendo esto, entiendo que de nada sirve tratar de entender cómo otros llevan adelante sus días.

13.1.14

Cuerda

Me estoy dando cuenta que en este camino hacia la adultez estoy perdiendo sensibilidad. Cuando hablo de adultez me refiero a ese momento donde nos valemos por nosotros mismos, donde quedamos solos. Donde nunca más somos el problema de nadie, solo de nosotros mismos. Y creo que hay una relación entre ambas cosas. Para poder salir adelante hay que asumir una postura agresiva, ya que esta vez si nos toca perder realmente nos hace daño, los billetes dejaron de ser los de un juego de mesa. Y así salimos al mundo, para masticarle el rostro a un prójimo que no tiene la culpa. Nadie la tiene. Y mientras tanto las agujas siguen girando, ¿quién dio cuerda a ese reloj?
Debe ser una cuestión adaptativa la de perder de a poco la sensibilidad, la empatía, el humor, la amabilidad. De lo contrario caeríamos en la cuenta de que lo cotidiano está repleto de escenas grotescas y dolorosas. ¿Cómo soportar lo cotidiano cuando ocurre día tras día, inexorablemente? 
Quedo pensando. Miro la ventana. Un perro ladra, el eco rebota en entre los edificios. Otro perro le responde. Y me veo a mi mismo escribiendo esto. Ojalá que el camino hacia la versión adulta de mí mismo no implique resignar partes que amo de mí.

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